Un día cualquiera de febrero 2020:
Me levanta con un beso en la frente cada mañana a las 8 am y abre las cortinas en contra de mi voluntad. Me gusta dormir en absoluta obscuridad y la luz agresiva para despertarme me desespera. Prefiero empezar lento y sin apuro pero hace rato me rendí tratando de explicarle.
Deja dos vasos en mi velador, cada uno con sorbete de vidrio antes de meterse en la ducha. El primero tiene agua con limón y el otro tiene jugo de apio. Los dos ayudan a mi digestión y son parte del protocolo digestivo que estoy haciendo. Me los prepara cada mañana como parte del intento que estamos haciendo de apoyarnos más y compartir lo que nos importa.
Mi celular duerme en la sala para poder empezar el día sin redes sociales y miles de mensajes de trabajo. Trato de empezar el día en mí y no en miles cabezas extrañas.
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