La Isa que se mudó a New York,
Principios del 2022
Cuando aterricé en New York me subí a un taxi amarillo. Mis tres maletas con sobrepeso y yo llegamos a Brooklyn. Alquilé un Aribnb por un par de semanas mientras me entregaban el 1901. No tenía idea que ese departamento temporal iba a ser mi primer regalo.
El dueño es escritor para el New York Times y había escrito un artículo importante del Ecuador. Había visitado el hogar que yo estaba dejando más veces de las que podía contar. Su casa estaba cubierta de mementos que hablaban mi idioma.
Cuando subí las maletas por las gradas y abrí la puerta me topé con una pared llena de mariposas. Sonreí sintiéndome acompañada por tantas señales.
Entrar cada día se sentía como llegar a una cajita Ecuatoriana mientras mudaba mi vida de un país al otro. Entrar se sentía como un espacio congelado en el tiempo. Entrar se sentía como me sentía yo: los pies en New York y el alma en Ecuador.
Era un marzo frío y lluvioso. Mis tres maletas y yo trabajábamos todos los días y en las noches coordinábamos entregas de muebles. Esas primeras semanas fueron silenciosas. La mudanza emocional no entra en 3 maletas. Esa viene en contenedor por barco. Lento pero seguro.
Estaba en un mundo que pasaba y pesaba a tiempo lento. Así que cuando empecé a hablar con el italiano fue refrescante. Una distracción bienvenida. Hablábamos por mensajes cada noche antes de ir a dormir. Era la primera vez en meses que me abría a conocer a alguien nuevo. Los dos estábamos manejando presiones grandes y pesada. Empezamos a hablar en la mitad. No estaba en la ciudad y llegaba en un par de semanas así que los mensajes eran pocos y gentiles. Era lo único que mi corazón podía entretener.
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