Las primeras noches viviendo en el departamento 1901 fueron largas y las viví en cámara lenta. La mayoría de noches las pasé en la terraza, envuelta en una cobija, viendo las luces titilar porque no podía dormir. A veces leyendo un libro y a veces escribiendo este. No podía dormir pero quería asegurarme de registrar lo que estaba sintiendo y lo que estaba viviendo.
Sin cortinas las luces bañaban toda la casa y también me bañaban a mi. Esas primeras semanas estuvieron ahogadas en preguntas.
¿Quién soy cuando no soy quién he sido? Especialmente cuando no hay nadie que me recuerde quien fui o me diga quien debería ser.
Estaba en el piso 19 y sentía que flotaba como un globo con helio. Liviana, un poco desorientada y sin raíces.
Una de esas noches salí a escribir uno de estos capítulos. Regresé a ver al horizonte y algo cambió. Por primera vez entendí que vivía en New York.
La ciudad me habló y me dijo que ponga atención. Me dijo que ese capítulo de mi vida ya se estaba escribiendo. Me pidió que registre cada detalle de dónde estaba y lo que estaba a mi alrededor. Ya no era un hotel ni un Airbnb. Ya no era un hogar temporal. Ya había llegado al lugar que me estaba enseñando sobre la aventura de desempacar en un solo lugar.
Examiné las calles, las ventanas de los edificios vecinos y la estructura del puente enfrente. Repetí mil veces en mi cabeza el número de departamento y su dirección.
Y mientras me lo repetía escuché que el tren se empezaba a acercar. Su rugido cortó mis pensamientos. Desde mi balcón podía ver el recorrido del tren que sale de Brooklyn, pasa por encima del puente para llegar a Manhattan.
Su rugido subió desde bien abajo del suelo. Y su potencia vibraba hasta el piso 19.
Se movía rápido. Con enfoque y ritmo. Sonaba tan fuerte que llenaba todo el espacio vacío.
Seguí su recorrido de este, a oeste desde el balcón. Eventualmente se subió al puente bien iluminado hasta que se volvió a esconder entre edificios.
El horizonte titilaba mientras se tragaba el sonido.
Las luces del puente parecen alas. Grandes, espléndidas y majestuosas. Alas brillantes que llegan alto y que vuelan lejos. Alas que sueñan en grande.
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